El origen de la vida cristiana dentro de la cosmovisión evangélica tiene su apoyatura en el proceso de conversión. Es básicamente el punto de partida de la relación del nuevo creyente con Dios y Su iglesia. En términos bíblicos, sostienen, no es un cambio superficial, sino una transformación integral de la conducta que tiene su génesis en la gracia de Dios (a partir de un genuino arrepentimiento y el reconocimiento de que Jesús es el Señor), y en una mutación de la mentalidad (una nueva cosmovisión, la de Cristo). Es un renacer espiritual del hombre. Para el protestantismo, el proceso de conversión es facilitado por la obra del Espíritu Santo (Jl. 2:3; Jr. 31:18; Ez. 11:19; Jn. 1:12- 13; Ro.10:17; I Jn. 5:1), y se produce en, y a través de, la aceptación de Jesucristo como Señor. Posteriormente la obra del Espíritu Santo en la vida de cada uno seguirá trabajando mediante lo que conocemos como el proceso de santificación, el cual durará hasta el último día que tengamos vida. El Espíritu Santo siempre que lo permitamos nos irá limpiando y purificando para hacernos semejantes a Cristo (Fil. 3:12-14), y de manera gradual y progresiva impactará primero en nuestro comportamiento y luego en nuestra conducta y finalmente nuestra cosmovisión.

El trascendente proceso de conversión, no obstante, en la mayoría de las iglesias y por responsabilidad exclusiva de los líderes y pastores adolece de su esencial contraparte que es un adecuado proceso de desconversión, el cual no puede durar un par de semanas o hasta el bautismo, sino todo el tiempo que sea necesario hasta ver al convertido transformado en un discípulo de Cristo. Ahora bien, tanto el proceso de conversión, como el de desconversión se han estudiado desde la sociología y la antropología de manera sistemática, sin embargo es dable aclarar que si bien es corriente el uso del término “desconversión” en nuestro ámbito evangélico no es usado asiduamente en otros campos sociales; de hecho, no existe el término en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, el término que se suele usar para aludir a este proceso es el de “desaprender” (olvidar lo que se había aprendido). En cualquiera de los dos sentidos se alude a desandar el camino de creencias, principios, experiencias aprendido, volver sobre lo que a priori entendíamos como algo normal, cotidiano e incluso de tracto cultural, o hasta con un buen propósito pero que, habiendo conocido a Cristo como Señor de nuestras vidas y conforme a la obra del Espíritu Santo y la Palabra de Dios entendemos y aceptamos que son prácticas contrarias a Dios y por ende deben ser desechadas.

El tema es que no siempre las personas (hermanos) se dan cuenta de esto por sí misma, deben ser guiadas, enseñadas y confrontadas con dichas creencias o prácticas contrarias a la Biblia para que puedan arrepentirse y dejar de practicarlas. Permítanme un ejemplo, la mayoría de los miembros que se congregan en nuestras iglesias (discípulos) vienen del catolicismo, sin embargo, por considerar que el mismo es de base cristiana o se apoya sobre algunos fundamentos cristianos básicos salvo la oración de fe y la confesión de algún que otro pecado no necesita más “trabajo ministerial”. Esto es un serio error, cada católico convertido al Señor debe renunciar a su práctica ocultista y dejar atrás todo el tamiz de mixturas sediméntales de creencias a fin de ser plenamente libres y servir al Señor conforme a Su corazón. Esto no significa que si habiéndose arrepentido de sus pecados y confesado a Jesús como Señor sinceramente si se muere no va con Cristo, dado que Él lo limpio de todo pecado. El problema sobreviene cuando por falta de enseñanza y discernimiento vuelve a realizar prácticas que para la persona forman parte de su tradición cultural y las realiza pensando que como las hacía en un ámbito cristiano (católico) o familiar son correctas son parte de su antigua identidad.
Avanzamos un paso más, cuando un ex católico le rezaba o veneraba a un santo en realidad lo que estaba haciendo era espiritismo. En efecto, estaba hablando con un muerto. Siguiendo esta lógica, si Francesco d’Assisi (san Francisco de Asis), o Cayetano de Tehis (san Cayetano), o Elpidius (san Expedito) fueron buenas personas y cristianos ejemplares, la realidad es que murieron, están muertos y al invocar sus nombres y rezarles lo que están haciendo es hablar con un muerto. Esto sin embargo casi nunca se enseña en una iglesia evangélica, se da por sentado que han dejado de rezarle a los santos y listo, sin detenerse a pensar si efectivamente eso es así y si su creencia anterior fue verdaderamente desaprendida. Así podríamos continuar con los ejemplos vinculados a prácticas ocultistas naturalizadas o tomadas como inofensivas y que muchos evangélicos practicas: juegos espirituales, astrología y sus derivados, adivinación (confundida con discernimiento), acudir a las llamadas devociones populares, hablar ante la foto o ante la tumba de un ser querido fallecido como si estuviera con nosotros, o incluso el uso de banderas de colores en los cultos que pueden traer remembranzas a ex umbandistas o africanistas (22)

Los datos estadísticos actuales de Argentina indican que muchas veces, aunque los pastores demos por sentado que todos guardan la sana doctrina, la realidad indica que no es así, no solo por el desconocimiento bíblico imperante en la actualidad, sino por las practicas que siguen realizando muchos evangélicos en su privacidad. La Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina, realizada por el Ceil-Conicet en el 2019 da cuenta de algunas de las practicas de los evangélicos, en líneas generales son: