¿Independencia o Libertad Espiritual?
La diferencia entre ser ciudadanos de una República y un Reino
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Enfrentamos a diario una guerra constante entre dos Estados: el Estado de la Carne, y el Estado del Espíritu. Mientras Cristo nos ofrece libertad espiritual en Él, ¿su libertad nos ofrece independencia espiritual?
Independencia o Libertad Espiritual – (PDF, 51KB)
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Autor: Mgr. Christopher Sampson (DECANO ACADÉMICO FAETID)
Mientras me siento aquí tomando mate, un nueve de julio invernal y grisacio en Salta, pienso en la independencia. Inevitablemente, estas fechas alusivas nos ponen un fluir de pensamiento temático. Hoy, celebramos la independencia del Congreso de las Provincias Unidas del Sur y los unitarios de la monarquía española. Esta declaración llevado a cabo en la casa de Tucumán, causó una ruptura definitiva entre los lazos gubernamentales entre el imperio español, sus virreinatos, y el naciente país de Argentina. Aunque como ciudadanos y residentes del gran país argentino gozamos de este hecho con sus debidas festividades (desfiles, fuegos artificiales, y el locro y las empanadas infaltables), me pregunto acerca de la independencia desde la perspectiva cristiana y eclesiástica. La definición de la palabra, “independencia,” desde el Diccionario RAE es, “...la libertad o autonomía alcanzada, especialmente por un Estado u otra agrupación territorial, que deja de ser tributaria o dependiente de otro.” La búsqueda principal es la autonomía, es decir, el gobernarse a sí mismo.
1. RAE. «Independencia». Diccionario de la lengua española. Consultado el 09 de
julio de 2024.
La Búsqueda de la Independencia es la Autonomía: El Gobernarse a si mismo.
En un sentido cristiano personal, Cristo
vino justo por ese motivo, para que
conozcamos la verdad y la verdad nos
haría libre (Jn. 8:32). Hemos de luchar
diariamente en contra de la tiranía del
enemigo y nuestra naturaleza
pecaminosa. Pablo lo dijo de esta
manera, “Pues no luchamos contra
enemigos de carne y hueso, sino contra
gobernadores malignos y autoridades del
mundo invisible, contra fuerzas poderosas
de este mundo tenebroso y contra
espíritus malignos de los lugares
celestiales.” (Ef. 6:12, NTV).
Sin embargo, es imposible llevar a cabo esta lucha espiritual en la carne, “porque las armas de nuestra
milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y
toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo.” (2 Cor. 10:4-5, RVR60).
A través del poder del Espíritu que reside en nosotros una vez que somos salvos, podemos tomar la
gracia de Dios como arma para que vivamos en la libertad espiritual, “Antes ustedes eran esclavos del
pecado pero, gracias a Dios, ahora obedecen de todo corazón la enseñanza que les hemos dado. Ahora
son libres de la esclavitud del pecado...” (Rom. 6:17-18a, NTV). ¿Pero quiere decir lo mismo la libertad que
la independencia?
Argumento que tal vez hayamos igualado estos términos distintos: la libertad y la independencia.
Mientras que la libertad implica “...el ruido de rotas cadenas...”, la independencia significa la ruptura de la
dependencia de ayuda, sostenimiento, y gobierno ajeno a uno mismo. Esto es ideal para una República
llena de individuos autónomos, pero no para un Reino conformado por siervos.
Esta distinción entre libertad e independencia no es original
a este autor, sino lo afirma el apóstol Pablo en el contexto del
pasaje citado de Romanos 6, “El pecado ya no es más su amo,
porque ustedes ya no viven bajo las exigencias de la ley. En
cambio, viven en la libertad de la gracia de Dios.” (v. 14, NTV).
Dios nos da libertad espiritual del pecado en su gracia, pero
esa libertad no nos hace autónomos [literalmente autogobernantes del griego: es decir, independientes]. A propósito,
había dejado afuera el final de Romanos 6:18. Veamos el
versículo completo, “Ahora son libres de la esclavitud del
pecado y se han hecho esclavos de la vida recta.” (NTV).
El ser humano nunca es un ser autónomo. No quiero decir
que uno es careciente del libre albedrío, sino que uno es
condicionado por su cultura, su disposición anímica, y su
propia naturaleza pecaminosa de la cual todos somos
herederos (Rom. 3:23; 7:14-25). No nos es posible
gobernarnos a nosotros mismo de la manera que quisiéramos
ser gobernados, ni por nosotros mismos.
La diferencia, entonces, entre la autonomía y el libre albedrío es que, mientras que la autonomía es imposible para el ser humano, el libre
albedrío permite al ser humano escoger a su amo. Si escogemos a Cristo, somos libre de la esclavitud del pecado, y nos hacemos esclavos
de Cristo. Estas dos esclavitudes son muy distintas, sin embargo. Mientras que la esclavitud al pecado es un servicio penoso a un tirano
despiadado, la esclavitud a Cristo nos empodera a llegar a ser lo que Dios nos ha creado para ser. “Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Ef. 2:10, RVR60). Mientras somos
completamente libres, al mismo tiempo somos completamente dependientes de Cristo Jesús, “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que
permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. ” (Jn. 15:5, RVR60).
En este momento, como lector/a, me imagino que esté diciendo a sí mismo, “Y sí. Esto ya lo sabemos.” Y, claro, usted ya lo sabe. Tal vez lo
predica todo el tiempo. Lo enseña en clases de discipulado. Lo revisa en las capacitaciones que lleva a cabo para su liderazgo. Sin embargo,
sospecho que nuestra enseñanza de este tema se centraliza en una metodología autónoma, es decir independiente. Quiero decir, que una vez
que me hago esclavo de Cristo, no lo hago solo. Sí, tomo esa decisión individualmente, pero, “... salir de la oscuridad para entrar en su luz
maravillosa.” (1 Ped. 2:9b, DHH), es un acto que me lleva a un nuevo Reino.
Automáticamente formo parte del cuerpo de Cristo. Me hallo completamente dependiente de Cristo, quien es la cabeza, pero también
completamente dependiente del resto de los miembros del cuerpo de Cristo. ¿Sabía que alrededor de 200 músculos del cuerpo para tomar un
solo paso? Ni mencionar los glóbulos rojos involucrados en oxigenar dichos músculos para que llevan a cabo la tarea, o el sistema nervioso para
calcular y dirigir todo en conjunto. Cuando Pablo menciona el aspecto del cuerpo de Cristo en 1 Corintios 12, menciona el pie, la mano, el ojo y
oído.
Todas estas partes son involucrados en tomar un solo paso hacia adelante. La libertad que tenemos es espiritual, pero nos une en servicio a
Cristo, nuestro amo, y en amor y dependencia el uno al otro en el cuerpo de Cristo. No podemos tomar ni un solo paso adelante como el reino de
Dios si no estamos unidos. Ningún cristiano puede decir que no necesita congregarse, porque se desconecta del cuerpo, y como miembro del
cuerpo, muere. Ni tampoco ningún pastor puede decir de otro pastor, “No necesito de él,” o, “No sirve.” Cada uno estamos puestos por la mano de
Cristo, “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.” (1 Cor. 12:18, RVR60). Por eso la ley de Cristo
nos gobierna, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mt. 22:37-40,
RVR60). En este tiempo que celebramos nuestra libertad, no olvidemos de la libertad que Cristo nos dio, y de la dependencia que tenemos de Él,
y de todos nuestros hermanos en Cristo. Recordemos, “...no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.” (Heb. 13:14,
RVR60).
2. Chilling, R. (2017). Amazing facts about the human body. Baptist Health.
Consultado el 09 de julio de 2024.
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